A los 6 años los niños se enfadan por razones más maduras. Ya perciben las injusticias, las críticas, incomprensión e incluso el rechazo. Comienzan a relacionarse más con los niños y niñas. Surgen más experiencias afectivas. Aprenden a autocontrolar su expresión emocional.
En torno a los 9 años, los niños se vuelven más reservados en expresar sus emociones y son capaces de entender sus sentimientos y los de los demás, es decir, reflexionar sobre el valor y el sentido de las emociones que experimentan. La amistad cambia y valoran la confianza y la colaboración.
De los 12 años en adelante, comienzan a experimentar sentimientos contradictorios (amor-odio, soledad-compañía). Suelen ser más reservados con respecto a sus emociones y la expresión de ellas. Comienzan a tener sentimientos que no habían experimentado antes, como el amor romántico. En este período la amistad está basada en la intimidad.
Los niños/as mejoran su desarrollo socio-emocional mediante sus experiencias relacionales. En la medida que los adultos lo hagan de manera adecuada, les será más fácil integrar estos aprendizajes. Del mismo modo, los niños/as aprenden no sólo lo que se les dice, sino lo que ven, por lo que es importante que haya congruencia entre la comunicación verbal y no verbal. Algunas claves para ello son:
Observarnos: ¿Qué estamos diciendo con nuestras palabras? ¿Qué estamos diciendo con nuestros gestos? ¿Qué estamos diciendo con nuestras acciones? ¿Mis actos son coherentes con lo que quiero enseñar a mis hijos/as?
Escuchar: ¿Qué nos están diciendo con sus palabras? ¿Qué nos están diciendo con sus gestos? ¿Qué nos están diciendo con sus acciones?
Conectar con su estado emocional. ¿Cómo se sienten? Y con el propio ¿Cómo nos sentimos? Y transmitirle que entendemos lo que le sucede.
Intentar observar el contexto en el que suceden las cosas y ver las influencias de éste.
Respetar sus tiempos. Los niños/as tienen tiempos y ritmos diferentes a los adultos.
Intentar ponerse en su lugar. Ayudarles a ponerse en el nuestro ¿Cómo crees que se siente papá cuando pierde en un juego?
Recordar que como adultos algunas de las labores más importantes son: contener, apoyar, comprender y enseñar.
Es normal que durante el proceso de adquisición de estas habilidades el niño/a tenga conductas desajustadas (por ejemplo gritar o no compartir). En estas ocasiones el esfuerzo irá dirigido a enseñarle otras nuevas más adecuadas y respetar el tiempo que necesita para modificarlas. Los cambios exigen mucho esfuerzo y resultan difíciles incluso para los adultos. Algunas formas en las que podemos ayudarles son:
Ayudarle a reflexionar sobre cómo se siente cuando tiene estas conductas y cómo se sienten los demás.
Motivarle para que pruebe otras formas de relacionarse.
Explicarle de manera clara y paciente cuáles son las consecuencias de los comportamientos inadecuados.
Enseñarle a través del juego o de ejemplos actuados y no sólo de repetitivas indicaciones verbales.
Valorar los nuevos intentos y el esfuerzo. Cuando se corrija alguna conducta o actitud se debe hacer de forma sencilla, manifestando lo inadecuado de la conducta, no de la persona y explicitando cual sería el comportamiento correcto, diciendo, por ejemplo: “Nico, ¿te acuerdas que no puedes levantarte de la silla cuando estamos comiendo? Me gustaría mucho que volvieras a sentarte, tú sabes hacerlo muy bien”. A diferencia de: “María, cuántas veces te he dicho que no te levantes de la silla, eres terrible”. No es recomendable usar los términos “siempre” y “nunca” a la hora de educar, ya que no permiten reconocer aquellas ocasiones, aunque no sean muchas, en que el niño/a ha actuado de otra manera. Evitar hacer por él lo que puede hacer por sí mismo, aunque el resultado final no cumpla todos los requisitos esperados. Mantener la paciencia activa y el buen humor, es la forma más efectiva de enseñar y aprender (Rebeca Recio, 2013).
Una recomendación para trabajar la inteligencia emocional con los niños/as, son estos libros a partir de 8 años.
En este enlace, https://palabrasaladas.com/entrenate_para_sonar/valores_de_oro.html se puede obtener una muestra en PDF sobre estos libros, así como información sobre los mismos.
Una adecuada educación emocional va a repercutir en unos niveles más elevados de bienestar y ajuste psicológico en niños y niñas en la medida que va a garantizar el desarrollo de habilidades para percibir, comprender y manejar de forma adaptativa las propias emociones, presentando niveles más elevados de salud mental y satisfacción, así como un menor número de síntomas físicos, menos ansiedad social y depresión, mejor autoestima, mayor satisfacción interpersonal y mayor utilización de estrategias de afrontamiento activo para solucionar sus problemas.